La nueva edición de este texto es el resultado de un trabajo basado en una acuciosa, crítica y objetiva revisión de aquel publicado en 2007, y en las opiniones de profesores y de mis alumnos de pre y posgrado en prácticamente todos los países hispanoamericanos. Igual que cada vez que termino de escribir un libro, pienso que este es el último que haré; me atreví a plantear muchas ideas nuevas, que pueden o no ser compartidas por otros, a eliminar lo que consideré una “teoría intrascendente que deja a todos indiferentes”, a reescribir varias cosas que no estaban suficientemente claras e, incluso, a eliminar aquel material que no fue adoptado por la mayoría de los profesores que enseñan esta materia. La intención tras todo esto no fue otra que la de hacer más “rentable” el libro, en el sentido de valor por ser útil, más que por retornos económicos. Ello justifica por qué se excluyó cualquier exceso en el desarrollo teórico y se agregó una explicación de cómo aprovechar los facilitadores que muchos software ofrecen, tanto para mejorar la calidad de la información que entrega la evaluación de un proyecto como para simplificar el trabajo de quien la hace. Entre otras cosas, me permití modificar la clásica estructura que divide el estudio de proyectos entre preparación y evaluación o entre formulación y evaluación. Redefino el proceso de estudio de proyectos en tres etapas: la formulación, aquella que considero la más importante, donde se configure de manera óptima el proyecto y se determinen y cuantifiquen todos los costos y beneficios esperados; la preparación, donde estimo se comete la mayor cantidad de errores y que ordena la información generada por la etapa anterior en diversos flujos de caja que miden rentabilidades distintas, que presentan características diferentes dependiendo de la forma de cálculo del costo de capital que se usará, y que además tienen opciones metodológicas que deben conducir a un mismo resultado si están bien aplicadas y que difieren entre proyectos de inversión y de desinversión; y la evaluación, quizá la más fácil, donde al medirse la rentabilidad de uno solo de tantos escenarios posibles, debe necesariamente complementarse con los análisis de cuantificación del riesgo y de identificación de las variables críticas y opciones, para mitigar los riesgos o para enfrentar la incertidumbre de las variables cuyo comportamiento no sea medible probabilísticamente. Por otra parte, me atreví a cuestionar ciertas prácticas comunes observadas en el trabajo de algunos profesionales, y también ciertas metodologías propuestas por algunos autores que escriben sobre la materia. En todos los casos, intenté ser objetivo, demostrando los errores o limitaciones de lo que se usa o plantea, y proponiendo una forma opcional que, creo, mejora la calidad del trabajo que hacemos.